Me disputan la tele
Goethe y Pessoa,
pero a los tres se adapta
fiel mi persona;
y así me entrego
por igual a las letras
y al discreteo.
De las letras elijo
lo que me falta:
los sueños, los caminos,
las alas altas
y el horizonte
que espera imperturbable
mis pasos de hombre.
Las máscaras humanas
del gran Pessoa
me indican los espejos
de las personas
y las ventanas
para surcar las nubes
sin tener alas.
Goethe me da la luz
y el equilibrio
de la verdad antigua
de mi destino:
saber que un día
lo que fuimos de niños
será ceniza.
De ahí que me refugie
en la pantalla
donde escucho las voces
que me dan alma,
y eso motiva
que pise el suelo y vea
lo que es la vida.
Las letras y la vida
van de la mano,
como el agua y la azuda,
la luz y el rayo.
Aunque en la acción,
unas buscan cerebro,
la otra pasión.
Pero Goethe y Pessoa
son dos estatuas,
y la tele una vida
ciega y callada.
Y lo que cuenta
es este cuerpo y alma
que ahora me llevan.
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