Así llamo a este año que se acaba porque, entre otras cosas, he podido realizar un sueño que llevaba abrigando desde hace mucho tiempo, visitar la capital del Reino Unido. Pero que, en realidad, se trata de una especie de diario donde he ido apuntando experiencias, centenarios, noticias o acontecimientos que de un modo u otro han llamado mi atención en el transcurso del año. En este blog iré copiando algunos de esos apuntes que puedan sugerir interés general.
ENERO
Hoy es 4 de enero de 2014 y ya sé que dentro de seis
meses estaré si Dios quiere andando por las calles de Londres con base de
operaciones en el emblemático barrio del Soho, y con las principales visitas al
alcance de la mano. Así que lo primero que empiezo a hacer es reunir cuanta más
información pueda sobre la capital inglesa; información, sobre todo,
relacionada con la literatura y el arte, que es más su belleza y su pasado;
porque sobre la vida cotidiana y actual ya la aprenderé in situ, cuando me haya establecido en el apartamento del Soho que acabo
de contratar por Internet y me lance sin descanso a patear hacia los cuatro
puntos cardinales de la ciudad.
La Venus del espejo, Velázquez
Hoy, 5 de enero, consultando guías de Londres por
Internet como preparación del viaje real a la capital británica, me he dado una
vuelta imaginaria por la National Gallery, que está situada en la parte norte
de Trafalgar Square, muy cerca del apartamento que hemos contrado. Buscaba La Venus del Espejo, de nuestro Velázquez, que para muchos es la
joya más importante de la pinacoteca. Ese cuerpo femenino que forma olas de
carne rosada ante el admirado espectador que sólo puede ver el rostro hermoso
de la joven a través del espejo que sostiene el pícaro diosecillo del amor.
Contemplando este excelente lienzo que el genio español pintó entre 1647 y
1651, posiblemente durante su segundo viaje a Italia, se me ha ido el santo al
cielo, y cuando me he querido dar cuenta de lo tarde que se me ha hecho, he
recorrido apresurado otras salas buscando algunas sorpresas pictóricas parecidas,
pero ni La Virgen de las Rocas de
Leonardo da Vinci ni el Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa,
del pintor flamenco Jan van Eyckc, con todos los caracteres positivos con que
los críticos de arte las adornan, me han llenado tanto el alma de los ojos como
la pintura de Velázquez. Y regreso a casa un poco decepcionado para refugiarme
en la reproducción que muestra una de las guías que más consulto. Y vuelvo a
ver este cuerpo femenino, joven, formado de exquisitas olas de rosada carne,
recostada de espaldas sobre el lecho, la cabeza elegantemente sostenida por la
mano derecha, y cuyo rostro sereno me
envía una sonrisa eterna desde el espejo. Y entonces una pregunta inquietante
sale a mi encuentro ahora: ¿Seré capaz de sentir lo mismo cuando, dentro de
medio año, en plena primavera, allí, en Londres, en la sala de la National
Gallery donde está expuesto el famoso cuadro?
El poeta Dylan Thomas
Los Reyes me han traído hoy el recordatorio de que
durante este año 2014 se cumple el centenario del nacimiento de conocidas
figuras del mundo de la Literatura y el Arte. Y uno de esos es el del poeta
galés Dylan Thomas, a quien debemos unos noventa poemas aproximadamente,
agrupados en seis libros (18 Poems, 18 Poemas, 25 Poems, 25 Poemas, The Map of
Love, El mapa del amor, Deaths and Entrantes, Muertes y entradas, In Country
Sleep, En el dormir campestre e In Country Heaven and Elegy, En el paraíso
campestre y Elegía) que abarcan desde el año 1934 hasta 1953, en que falleció
de coma etílico. Su vida, a juzgar por el modo como murió, fue como un ciclón
que a su paso destruyó todo incluida su propia existencia. Sin embargo, lo que
nos importa aquí es señalar la intensidad de su poesía, pasional, personal y
simbolista, cuando a su alrededor se escribía más bien poesía social, cuyos
autores más significativos fueron, entre otros, W. H. Auden y Stephen Spender.
A lo personal de su poesía, hay que añadir la diversidad de versos y estrofas
con que experimenta una y otra vez, sin olvidar la preocupación que siempre
mantuvo por lograr títulos adecuados a sus poemas (I see the boys of summer,
Veo a los chicos del verano, Wen once the twilight locks, Cuando una vez el
crepúsculo se cierra, A process in the weather of the heart, Proceso en el
tiempo del corazón, Before I knockeed,
Antes de que yo llamara…). Thomas se inspira en los ritmos de las baladas y los
combina con imágenes y metáforas visuales, simbólicas y muchas veces
inesperadas; de ahí que en esos casos el tema de los poemas sea difícil de
apreciar. Por todo ello, la poesía de Thomas es vital y sensorial, aunque no
rehúye la religión (no en balde la Biblia está presente en ella y no sólo sus
letanías, versículos y tonos de sermón). Así, descubrimos entre sus motivos
principales la infancia, el amor, el cuerpo, la plenitud, la naturaleza, la
vejez, el tiempo, la muerte… No en balde para él la poesía es el brote
espontáneo del frenesí de su vida.
Léanse, como ejemplo de lo dicho, los siguientes
versos de I see the boys of summer traducidos al castellano por el autor del blog:
“Veo a los chicos del verano en su ruina,
dejan estériles los dorados diezmos,
sin aderezar trojes para la cosecha, congelan los
surcos;
allí en su fuego las riadas invernales
de amores congelados ellos buscan a sus chicas,
y ubérrimas manzanas ahogan en sus marcas.”
Viene a cuento hablar de Dylan Thomas aquí y ahora
porque se da la casualidad de que en vida visitó Londres en numerosas ocasiones,
especialmente las tabernas del Soho y algunas otras al norte del que será mi
barrio durante unos días, bebiendo hasta perder la conciencia y alardeando ante otros de que ha
batido algún que otro récord de consumo de whisky. Buscaré cuando esté allí sus
retratos colgados en las paredes de los pubs y beberé a la salud de su
ciclónica y visceral poesía.
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