miércoles, 17 de diciembre de 2014

EL AÑO DE LONDRES (1)

Así llamo a este año que se acaba porque, entre otras cosas, he podido realizar un sueño que llevaba abrigando desde hace mucho tiempo, visitar la capital del Reino Unido. Pero que, en realidad, se trata de una especie de diario donde he ido apuntando experiencias, centenarios, noticias o acontecimientos que de un modo u otro han llamado mi atención en el transcurso del año. En este blog iré copiando algunos de esos apuntes que puedan sugerir interés general.

ENERO
Hoy es 4 de enero de 2014 y ya sé que dentro de seis meses estaré si Dios quiere andando por las calles de Londres con base de operaciones en el emblemático barrio del Soho, y con las principales visitas al alcance de la mano. Así que lo primero que empiezo a hacer es reunir cuanta más información pueda sobre la capital inglesa; información, sobre todo, relacionada con la literatura y el arte, que es más su belleza y su pasado; porque sobre la vida cotidiana y actual ya la aprenderé in situ, cuando me haya establecido en el apartamento del Soho que acabo de contratar por Internet y me lance sin descanso a patear hacia los cuatro puntos cardinales de la ciudad.

La Venus del espejo, Velázquez


Hoy, 5 de enero, consultando guías de Londres por Internet como preparación del viaje real a la capital británica, me he dado una vuelta imaginaria por la National Gallery, que está situada en la parte norte de Trafalgar Square, muy cerca del apartamento que hemos contrado. Buscaba La Venus del Espejo, de nuestro Velázquez, que para muchos es la joya más importante de la pinacoteca. Ese cuerpo femenino que forma olas de carne rosada ante el admirado espectador que sólo puede ver el rostro hermoso de la joven a través del espejo que sostiene el pícaro diosecillo del amor. Contemplando este excelente lienzo que el genio español pintó entre 1647 y 1651, posiblemente durante su segundo viaje a Italia, se me ha ido el santo al cielo, y cuando me he querido dar cuenta de lo tarde que se me ha hecho, he recorrido apresurado otras salas buscando algunas sorpresas pictóricas parecidas, pero ni La Virgen de las Rocas de Leonardo da Vinci ni  el Retrato de Giovanni Arnolfini y su esposa, del pintor flamenco Jan van Eyckc, con todos los caracteres positivos con que los críticos de arte las adornan, me han llenado tanto el alma de los ojos como la pintura de Velázquez. Y regreso a casa un poco decepcionado para refugiarme en la reproducción que muestra una de las guías que más consulto. Y vuelvo a ver este cuerpo femenino, joven, formado de exquisitas olas de rosada carne, recostada de espaldas sobre el lecho, la cabeza elegantemente sostenida por la mano derecha,  y cuyo rostro sereno me envía una sonrisa eterna desde el espejo. Y entonces una pregunta inquietante sale a mi encuentro ahora: ¿Seré capaz de sentir lo mismo cuando, dentro de medio año, en plena primavera, allí, en Londres, en la sala de la National Gallery donde está expuesto el famoso cuadro?


El poeta Dylan Thomas

Los Reyes me han traído hoy el recordatorio de que durante este año 2014 se cumple el centenario del nacimiento de conocidas figuras del mundo de la Literatura y el Arte. Y uno de esos es el del poeta galés Dylan Thomas, a quien debemos unos noventa poemas aproximadamente, agrupados en seis libros (18 Poems, 18 Poemas, 25 Poems, 25 Poemas, The Map of Love, El mapa del amor, Deaths and Entrantes, Muertes y entradas, In Country Sleep, En el dormir campestre e In Country Heaven and Elegy, En el paraíso campestre y Elegía) que abarcan desde el año 1934 hasta 1953, en que falleció de coma etílico. Su vida, a juzgar por el modo como murió, fue como un ciclón que a su paso destruyó todo incluida su propia existencia. Sin embargo, lo que nos importa aquí es señalar la intensidad de su poesía, pasional, personal y simbolista, cuando a su alrededor se escribía más bien poesía social, cuyos autores más significativos fueron, entre otros, W. H. Auden y Stephen Spender. A lo personal de su poesía, hay que añadir la diversidad de versos y estrofas con que experimenta una y otra vez, sin olvidar la preocupación que siempre mantuvo por lograr títulos adecuados a sus poemas (I see the boys of summer, Veo a los chicos del verano, Wen once the twilight locks, Cuando una vez el crepúsculo se cierra, A process in the weather of the heart, Proceso en el tiempo del corazón, Before I  knockeed, Antes de que yo llamara…). Thomas se inspira en los ritmos de las baladas y los combina con imágenes y metáforas visuales, simbólicas y muchas veces inesperadas; de ahí que en esos casos el tema de los poemas sea difícil de apreciar. Por todo ello, la poesía de Thomas es vital y sensorial, aunque no rehúye la religión (no en balde la Biblia está presente en ella y no sólo sus letanías, versículos y tonos de sermón). Así, descubrimos entre sus motivos principales la infancia, el amor, el cuerpo, la plenitud, la naturaleza, la vejez, el tiempo, la muerte… No en balde para él la poesía es el brote espontáneo del frenesí de su vida.
Léanse, como ejemplo de lo dicho, los siguientes versos de I see the boys of summer traducidos al castellano por el autor del blog:
“Veo a los chicos del verano en su ruina,
dejan estériles los dorados diezmos,
sin aderezar trojes para la cosecha, congelan los surcos;
allí en su fuego las riadas invernales
de amores congelados ellos buscan a sus chicas,
y ubérrimas manzanas ahogan en sus marcas.”

Viene a cuento hablar de Dylan Thomas aquí y ahora porque se da la casualidad de que en vida visitó Londres en numerosas ocasiones, especialmente las tabernas del Soho y algunas otras al norte del que será mi barrio durante unos días, bebiendo hasta perder la conciencia y alardeando ante otros de que ha batido algún que otro récord de consumo de whisky. Buscaré cuando esté allí sus retratos colgados en las paredes de los pubs y beberé a la salud de su ciclónica y visceral poesía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario