martes, 3 de marzo de 2015

RELÁNGRAFOS



 Resultado de imagen de escritor escribiendo

El novelista se puso a escribir la nueva novela que había pensado a fondo durante meses y tenía anotada al detalle en múltiples fichas. Y no había acabado aún el primer párrafo, cuando recibió una llamada telefónica. Desde el otro lado de la línea una voz desconocida, que se presentó como el protagonista de su novela, le dijo que había empezado mal el relato, ya que el crimen que había planeado situar en el capítulo siguiente había tenido lugar ya, y que él, como el policía elegido para resolver el caso, acababa de dar con la pista del asesino. El novelista colgó molesto el teléfono por creer que todo se debía a una broma de mal gusto y siguió escribiendo su novela. Pero a los pocos segundos, alguien empezó a llamar insistentemente a la puerta de su habitación. Sin perder la compostura abrió la puerta para ver quién era ahora el que osaba interrumpir su trabajo y se encontró de sopetón con un hombre que, provisto de una placa, le soltó a bocajarro: “Queda usted detenido por el asesinato de Míster X.”

El primer verso suele ser el más difícil de encontrar. Es como la llave que abre el arcón de las palabras que constituyen el resto del poema.

Viajar es convertir la rutina de la vida diaria en un aliciente misterioso para vivir de otro modo durante un tiempo.

El policía, que no era más que el protagonista de una novela que aún no había acabado el novelista, se tuvo que conformar con ver al asesino desaparecer en la niebla de la mañana que aún no había amanecido.

Cada vez le ocurre más al poeta el hecho de escribir un verso que cree nuevo cuando ya forma parte de algún poema de alguno de sus libros publicados. Hay otra cosa peor: que ese verso sea fruto de la lectura de otro poeta.

En los hoteles ocurre algo curioso: en vez de sentirse el hospedado más sociable y abierto con los demás, que sería lo lógico en un ambiente donde lo comunitario tiene mayor incidencia, busca con más celo la oportunidad insoslayable de fomentar la soledad.

Preparar las maletas antes de emprender un viaje es como ponerse a leer una novela de la que nunca se ha oído hablar antes.

¿Qué piensas del que te mira desde el fondo del espejo y te sonríe condescendiente? Yo a veces pienso que se trata de quien me hubiera gustado ser y que nunca seré. Claro que un hecho me consuela, y es que él no puede, por ejemplo, meterse en el mar como yo, o leer o escribir o hacer cualquier cosa de las que me siento orgulloso pese a ser peor que el que me aguarda siempre dentro del espejo.


 Resultado de imagen de fermin de pas

Si Fermín de Pas hubiera tenido una infancia más feliz, liberado un tanto de las faldas opresoras de su madre, seguramente no habría intentado nunca apoderarse del cuerpo y el alma de Ana Ozores; creo que ni siquiera habría entrado en el seminario para hacerse sacerdote. Pero por otra parte, Clarín no habría dado con su personaje para escribir como debía La Regenta.

El novelista, pese a tener bien pensada la trama de su relato, no puede evitar casi nunca que alguno de los ingredientes narrativos que combina en su obra no salga como había planeado. Unas veces es el espacio donde se mueven los personajes, el cual intenta explicar y justificar su comportamiento según sea sórdido o saneado, opresor o liberal; otras, el tiempo que regula y ordena las acciones de los personajes según la lógica o la importancia de las mismas; y otras veces, son los propios personajes quienes se rebelan contra los designios de su autor atendiendo a las situaciones que el propio argumento, con sus causas y efectos, va creando a su paso. De ahí que, en ocasiones, el novelista se lamenta de que en su quehacer literario no sea Dios, que siempre en su terrible omnipotencia tiene bien atados los destinos de sus criaturas desde que nacen hasta que mueren y nada pueden hacer para evitarlo, salvo el adelantar su propia muerte con el suicidio voluntario, que a veces falla también, lo que da la razón al verdadero Novelista de la Vida.

Sólo los novelistas buenos entienden por qué eso es así. Dios escribe la realidad; el novelista la inventa. De otro modo: Dios escribe vida; el novelista, ficción.

Caperucita se salió del sendero de su bosque y se encontró en otro lugar del bosque con Alicia. Algo no iba bien. O Perrault se compadeció de la niña cambiando de golpe el lobo por el conejo. O Levis Carrol quiso de repente cambiar la suerte que tenía su protagonista y la puso a prueba para ver cómo lograba burlar los colmillos del lobo. Hay una tercera opción: la tradición popular se cansó de tanta ñoñería y echó al ruedo de la perdición a las dos muchachas confiando en que la astucia innata de la infancia las hiciera capaces de salir airosa de los peligros que la rodean. En un mundo como el de hoy hasta los más pequeños saben cómo hacerlo. Tampoco hay que insistir demasiado.

En la hidroterapia el agua está obligada a funcionar en contra de su naturaleza para intentar curar la nuestra.

Cuando canta Sade, el marqués de su mismo nombre, dueño y maestro de la crueldad sin límites, se ve obligado a huir a las selvas del olvido. La música que acaricia la sedosa voz de Sade nos hace sentir y pensar como en la infancia, como si fuéramos dueños y maestros de los misterios de la vida sencilla de arboledas cuajadas de pájaros y tardes largas de verano donde la noche llega con pasos y rostros amables de personajes de cuento.

Resultado de imagen de antonio machado

Lo más difícil de un poema no es escribirlo: es empezarlo bien y, aún más, acabarlo mejor. He aquí un ejemplo de poema bueno, con buen principio y mejor final:
“Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.”
Nótese la repetición del vocativo dirigido a Dios en los cuatro versos de este pequeño gran poema de Antonio Machado, y de qué modo tan estratégico los sitúa el poeta dentro de él: encabezando los versos de los extremos con “Señor” y sin olvidar mencionarlo en medio de los otros dos. Modelo de eficacia, ¿no?

Decía Borges que no se podía imaginar un mundo sin libros, y tenía razón. Pero menos se puede imaginar un libro que no cuente con algún aspecto del mundo.

Bailan y bailan las medusas en las olas con la música eterna del mar hasta agotarse; finalmente, sólo quedan sobre la arena sus faldas hawaianas.

Tras vivir junto a su amada la sensación vivísima de un momento único en la playa, el cerebro y el corazón del poeta unieron imperiosamente sus respectivas capacidades para identificar con palabras la emoción sentida. La atención y la búsqueda de un rato intensísimo en que el poeta no vivía otra cosa, dio a luz este verso:
“Besa süave la brisa tu blusa…”
El esfuerzo mental, sin embargo, había sido tan agotador que, el poema recién comenzado se quedó tal cual, sin continuación, temblando en ese extraño endecasílabo (diéresis en la tercera sílaba) surgido de una aliteración que intentaba imitar un fenómeno físico.

La diferencia entre la labor narrativa y la labor poética es mayor de lo que se piensa. Mientras el novelista siempre está dispuesto a dar una nueva versión al relato que está escribiendo y, de hecho, muchas veces suele utilizar el material narrativo con que cuenta, el poeta no puede disfrutar de esa opción. El material poético que intenta modificarse sólo puede provocar dos situaciones: que el poema resultante sea irremisiblemente otro o que se deseche totalmente y pase a alimentar las papeleras del olvido.
Lo que quiero decir es que, si Machado, en caso de que pudiera, intentara modificar el material poético que constituye el magnífico poema de cuatro alejandrinos que más arriba reprodujimos, sin duda alguna el poema resultante sería otro, porque la forma es la que justifica el contenido forjado (la poesía es unión inseparable de fondo y forma, no se olvide).
Lo que sí puedo hacer yo, si soy capaz, es continuar escribiendo el poema que espera en la sombra tras el verso “Besa süave la brisa tu blusa”.

Un baile bien bailado es como un poema bien escrito. La forma se amolda al contenido. Los pasos de los bailarines siguen elegantemente el ritmo que marca la música. Las palabras elegidas están impregnadas de belleza, emoción y eufonía.

El novelista clásico se parece a Dios. La obra creada por él explica su existencia. El Quijote justifica la existencia de Cervantes. La existencia de Dios está patente en la perfección del universo. Para siempre uno y otro hablarán en sus respectivas creaciones. Para bien o para mal.

El primer verso marca el ritmo y la medida de los demás que formarán con él la estrofa, en primer término, y, finalmente, el poema. De ahí que sea tan importante acertar con el que abre la composición. Aunque, claro está, también puede suceder, como hemos visto más arriba, que todo se quede en el arranque.

 Resultado de imagen de oxigenoterapia

En la oxigenoterapia me veo como un buzo tendido en una hamaca que, en vez de ver las profundidades del mar, ve las profundidades del pensamiento. Cuando, una vez acabada la sesión, salgo a la superficie, me parece estar volviendo de un viaje espacial del que sólo recuerdo el sonido sideral del oxígeno perfumado.

En la playa, por unos minutos, mientras pisaba las huellas de quienes me antecedían en el paseo por la arena mojada de la orilla, he notado que tenía pensamientos y figuraciones impropias de mí, como si de las pisadas ocupadas por las mías subieran las ideas y los pensamientos de sus dueños piernas arriba hasta alojarse en mi cerebro. Ha sido una sensación horrible como si yo, en vez de ocupar, estuviera siendo ocupado por personalidades diferentes. Menos mal que el oleaje, al borrar las huellas que esperaban con ansiedad mis pies, borró también de golpe el aluvión de pensamientos ajenos que, por minutos, habían poseído mi mente. Aliviado, apreté con ternura la mano de mi mujer, que caminaba a mi lado. Me miró con sorpresa y me preguntó qué me pasaba. Le contesté: “Nada, querida; figuraciones mías.”

Las medusas muertas sobre la arena me recuerdan implantes de senos desechados. Es más: un pensamiento atroz ha venido a mi encuentro. De repente todas las bañistas, oprimidas por la silicona que rellena sus senos, se han desprendido del relleno, y el mar en sus vaivenes lo ha depositado en la orilla.

Si en la novela es la acción su principal ingrediente, en la poesía quien prima es la emoción musicada, el sentimiento humano vestido de lirismo y belleza. Un paso más y diríamos que en el teatro es el carácter humano quien mueve a la acción y expresa sus pasiones muchas veces con elegancia y bellas palabras. Para no dejar huérfano al ensayo, podríamos decir de él que hace teoría de todos los géneros anteriores y prueba que existen con argumentos que en ocasiones encierran también elegancia y belleza.

Otro rasgo que diferencia al novelista del poeta es que el primero debe conocer previamente qué va a contar. Al poeta sólo le basta intuición para descubrir el contenido de su escrito y máxima concentración para hallar las palabras exactas que lo vistan adecuadamente. De ahí que el cómo sea más importante en la poesía que en la novela.
Un ejemplo. Un novelista nos diría de un arpa que está abandonada en lo más oscuro de un rincón más o menos eso, con más palabras o con algún que otro detalle. Bécquer escribe esta magnífica estrofa:
“Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.”

Míster X no es Míster X. Tiene nombre y apellidos. Y un domicilio. Y una familia. Y un trabajo. Y alguna que otra afición. Y algún amigo. El novelista así lo tiene consignado en varias de sus múltiples fichas. Adelantamos su nombre porque es muy significativo: Bonifacio Toro Manso. El hombre nunca rompió un plato en su vida y todo lo que hacía parecía estar santificado; de ahí que el nombre de Bonifacio le viniera que ni pintado. En cuanto a sus dos apellidos, quedan claramente justificados en la novela. Sabido de toda la comunidad era que apenas podía entrar por la puerta de entrada del edificio por la envergadura de los cuernos que su mujer le había puesto años atrás con el administrativo de la Notaría del pueblo. ¡Pobre, hasta la X de su primer nombre presenta cuernos en los cuatro puntos cardinales!

Viendo que no llegaba Caperucita por el sendero del bosque, y a la que acechaba detrás de un árbol desde horas atrás, el lobo empezó a aullar desesperado. Se veía ya sin papel en el cuento que Perrault había tramado para él. Por eso, sin dejar de aullar, pidió desde lo más hondo de su desgraciado aunque perverso corazón que al menos Rodríguez de la Fuente le diera una pequeña oportunidad en su programa de televisión, aunque fuera corriendo por las solitarias cumbres de la Sierra de la Culebra, enmarcada su oscura silueta por la amarillenta luz de la luna.

Una nota discordante en una sinfonía es como un ripio infame en un poema. Y lo malo es que, una vez producido el fenómeno (la audición musical finalizada y la composición poética publicada), ni una ni otro tienen arreglo.

¿Cómo es que, siendo el amor inmortal y sublime, como demuestran los filósofos griegos, y el sexo mortal y mezquino, el primero necesita al segundo para hacerse más humano, mientras que el sexo campa por sus respetos sin necesitar para nada al elevado amor?
Los gorriones, buscando las migas caídas de la mesa, son como los poetillas que alimentan sus “creaciones” con lo que desechan los buenos poetas.

Marianela, la de don Benito Pérez Galdós, es la belleza exclusiva para ciegos.

La religión de la Naturaleza nos demuestra que el cielo está en nuestros sentidos.

¿Qué es más importante en la mujer: su belleza física o su belleza moral? El hombre enamorado ve la segunda reflejada en la primera. El hombre prosaico y egoísta, deja a un lado la belleza moral para dedicarse de lleno a disfrutar de la física.

Muchas veces la luz repentina nos devuelve paradójicamente a las tinieblas.

Resultado de imagen de luz repentina

Entre el tic y el tac se le acabó el tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario